¡Ahí estábamos!!!, a nuestro alrededor todo era blanco..., un paso tras otro...la temperatura bajísima, producto de la gradiente vertical de la disminución...otros dos pasos..., el viento apenas dejaba escuchar lo que nos decían desde el campamento base por medio de la radio..., un paso más... y al fin la cumbre...un enorme abrazo cargado de felicidad y a bajar que aún queda la mitad del camino.
He tenido la enorme suerte de alcanzar muchas cumbres, y cada vez, salvo una o dos veces, he estado acompañado de un(a) amigo/a con quien he podido recorrer el duro camino de la ascensión .
Otras veces en el campamento base he mirado cómo las nubes engullían las posibilidades de lograr con éxito la cima, y en esas ocasiones también había un compañero de montaña cerca, mirando con la misma cara atónita hacia arriba.
A veces pienso que soy muy afortunado, he tenido la suerte de compartir un paisaje, el viento, la luz de la tarde, las estrellas o el simple aleteo de un insecto de alto vuelo con seres increíbles. Como dice un profe que tuve alguna vez: "la montaña te muestra a las personas tal como son, con sus lados malos o sus lados buenos". Como se dice hoy en día, el lado A y el lado B del asunto. Pues así es como yo he tenido la suerte de ver y conocer a las personas que han compartido conmigo el camino de "hacer un cerro".
La primera montaña con la que comienza esta gran aventura de las siete cimas es el Monte Elbrus en Rusia, una montaña hermosa, con dos cumbres nevadas casi idénticas, ("tiene dos tetas en la punta", diría un amigo de montaña que conozco). Nuevamente me siento afortunado, tengo un amigo con quien compartirla: Carlos, sí, el mismo Carlos flaco y alto que trabaja conmigo en el bosque, en las Lagunetas.
Carlos es super perseverante, no por nada corre carreras de montaña... Y si no gana, al menos las termina, y esa cualidad en montaña es básica. Justamente lo que necesitamos para tener éxito en el Elbrus.
