viernes, 5 de diciembre de 2014

¿Es la cumbre lo esencial? Aconcagua 2015


Se acerca el día de marchar hacia el sur , cruzar el gran charco Atlántico en busca de la cumbre del Monte Aconcagua, el gran coloso de América, y faltando tan poco tiempo surgen muchos pensamientos y conversaciones  en las que inexorablemente termino preguntándome el por qué, de esta búsqueda…
 
 
La cumbre es un punto en el plano del infinito inmenso… allí,  buscamos y nos fijamos en la mente ese pequeño punto y le damos un nombre , “la cumbre”, el punto máximo de posicionamiento geográfico al cual pretendemos llegar en un momento determinado, pero, en el mapa sigue siendo tan solo un punto y un nombre … el fracaso o el éxito a nuestro regreso tendrá ese nombre ,” la cumbre”, ahora… la importancia que podamos otorgarle a ese éxito o a ese  fracaso estará supeditado a nuestros propios valores y a la forma en que miramos la vida y nuestros actos como montañistas y como seres humanos .

Personalmente siempre necesito  plantearme nuevas cumbres, o sea un continuo devenir entre el éxito y el fracaso… y ojo, no solo en la montaña…
 
Todos en algún momento del día, la semana, el mes o el año…tenemos nuestro propio Everest que subir, es más, me atrevería a decir que todos de alguna forma nos forjamos a cada rato una cima que subir…

Todos buscamos nuestro propio Everest, nuestro propio Elbrus, nuestro propio Teide o nuestro propio sagrado Olimpo, monte hogar de los dioses primigenios.

Cada persona y muy  bien lo sabemos los montañistas, buscamos nuestra propia Cuspide, cada cual en su justa medida.

Quizá también de ahí provenga un poco lo que denominamos “éxito o fracaso”…”la justa medida”.

 Recuerdo  alguna vez… haber intentado una cumbre cerca de diez veces y ser rechazado por la montaña otras tantas…rechazado de todas las formas posibles, (viento, tormenta, visibilidad cero, avalanchas, etc., etc.) buscar y buscar… buscar con ansia desmedida…en Primavera, en  Otoño, Verano e Invierno… buscar  la tan codiciada cima y diez veces escapárseme de las manos a tan solo 60 metros…30 metros, 80 metros…que mas da cuantos metros...Pocos, muy pocos.

La famosa “justa medida”… no es nada más y nada menos que saber cuando estoy preparado…y quizá con ese dejo de arrogancia del que somos tan capaces los humanos no me permitía ver a mi mismo  que aun no lo estaba…

Tardé un largo rato en recorrer el sendero  de regreso para entender que esa cumbre aun no era mía, o más bien que yo no le pertenecía a ella, un largo rato de unos dos o tres años si mal no recuerdo…pero, fue entonces cuando me di cuenta que uno debe buscar y fijarse los objetivos en su “justa medida”, acometí con éxito varias cumbres menores y gane experiencia…estaba plantando justo sobre el espacio de la “justa medida”, y estaba disfrutándolo… me sentía feliz, que fácil era, tiempo después logré esa tan ansiada cumbre en “su justo tiempo”, la cumbre estaba alcanzada por que era el momento de alcanzarla…

Y una vez abajo con el Éxito a cuestas, porque es así, te traes el éxito de haber alcanzado tu cumbre pero muchas veces no sabes qué hacer con él, y ahí justo ahí, aparece la ineludible pregunta que te haces frente a tu propia sombra, ¿por qué subo montañas?

Esta pregunta es la típica pregunta que te hace la gente cuando se entera que eres montañista…

Siempre hay dos preguntas clásicas que me hace la gente cuando hablo de montaña, la primera es ¿Por qué subes montañas?...y la segunda es ¿Cómo haces caca?...a la cual siempre respondo con una leve sonrisa… como todos, por atrás…no deja de ser una buena pregunta y les prometo que en un futuro no muy lejano escribiré sobre eso…

Pero volviendo a la Pregunta eternamente manoseada, pregunta que a mi ver no tiene aun una respuesta satisfactoria para la generalidad de las personas…y creo que no la tendrá nunca… quizá podríamos atisbar a dar una respuesta que brevemente se podría a “acercar” pero siempre quedara un espacio por llenar.

Y ahí radica la verdadera belleza de la pregunta… en que no podemos darle una única y exclusiva respuesta que satisfaga a todos los que preguntan y menos aún que satisfaga a quienes la responden…

Lionel Terray dijo una vez, “la montaña quizá no sea más que un ingrato desierto de roca y hielo, sin otro valor que el que nosotros queramos otorgarle. Pero, sobre esta materia siempre virgen, por la fuerza creadora del espíritu cada uno puede a su gusto moldear la imagen del ideal que persigue“.

Y ciertamente resultará muy difícil explicarle a quienes no conocen de este etéreo mundo vertical que es lo que sentimos en la profundidad de nuestro ser cuando estamos allí arriba, que extraño poder impulsa nuestro cuerpo y nuestra mente hacia aquellas penurias del peregrinar ,a pasar dificultades que a veces nos ponen al límite o más allá de lo que creemos somos capaces de soportar, ¿por qué somos capaces de someternos a ese estado de trance hipnótico? de fijarnos en aquel punto en el espacio geográfico y buscar la cumbre… ¿por qué ascendemos?

¿Por qué nos arriesgamos dejando la calidez de nuestras cómodas vidas terrestres?, nuestro sillón favorito, nuestra fácil existencia en un mundo rodeado de las tecnologías más sutiles, que nos permiten ir más lejos que nunca de nuestro origen animalesco, ¿Por qué buscamos la cumbre?

¿Tal vez es el extraño poder magnético que encierra la forma piramidal de las moles de piedra?, yo especialmente, recuerdo haberme sentido recargado al regresar de las montañas, en mas de alguna ocasión por no decir en todas, como si fuesen un enorme cargador… una pila de energía disponible para quienes logramos hollar la cúspide en algún momento, un sublime lugar de entregar y recibir, una catarsis.

Por ningún motivo se piensen que estamos locos, no es ese el motivo por el cual nos jugamos el pellejo allí arriba, todo lo  contrario cuando casi tocamos el cielo , nos sentimos ¡¡más vivos que nunca!!