...Al día siguiente, el tercero,
bajamos esquiando hasta Lodalsbreen y pasamos por donde recientemente había
caído una avalancha, considerando que era una hora temprana y con pocas
posibilidades de que cayera otra en el mismo lugar, decidimos atravesarla poniendo mucho oido y vista en las paredes circundantes que se erguían como gigantescos muros de roca pulida .
Pusimos pieles a los esquíes
para randonear y remontar el segundo glaciar (Småttene) que nos llevaría a la
meseta y justo a un lado de Lodalskåpa una montaña increíble que dominaba el
paisaje desde casi cualquier ángulo.
Esta ascensión también estuvo muy
dura, mis pies comenzaban ya a mostrar las consecuencias de haber tenido que
cambiar mis zapatos de montaña por unos de Randoneé que no habían sido usados
más que una o dos veces, y que poco a poco me irían causando ampollas y mas
ampollas y más ampollas en la medida que avanzábamos, finalmente ese día también caminamos
alrededor de 10 a 11 horas… era necesario avanzar lo más rápido posible , ya
que las tormentas sobre la meseta se presentan con vertiginosa rapidez y no
queríamos que una de ellas nos atrapara durante la travesía.
Dicen los Noruegos que estas tormentas son desatadas por el golpe del martillo de Tor , que en noruego se escribe así, sin H, me cuenta Marcelo que de ahí viene el día de Torsdag, Jueves, que los ingleses malentendieron Thursday por que Tor en noruego se pronuncia Thur.
A pesar de llevar los instrumentos de navegación necesarios,
mapas, Gps, brújula, etc., decidimos confiar en el buen instinto que tienen los
renos que deambulan por el lugar... invisibles, pues nunca los vimos, y seguir sus
huellas, las que nos ayudaron muchísimo sobre todo para encontrar los puentes de hielo que se forman sobre las grietas... es así como logramos ascender Småttene y
situarnos mas allá de Brenniba y el
Lodalskåpa ese día.
En la zona justo al weste de kjenndalskruna fué donde armamos
campamento, en medio de una llanura increíble comparada a un paisaje lunar donde
las distancias y el tiempo se hacían uno solo, el sol era gigantesco como en un
medio día en el desierto, que aquello lo era... y solo había blanco mas blanco mas blanco y el azul del cielo.
Al cuarto día tuvimos viento en
la mañana y ya el barómetro comenzaba a bajar, mala señal para quien se adentra
en la meseta, pues significaba que cambiaría el tiempo durante ese día o al
siguiente y en el horizonte ya aparecían algunas nubes amenazadoras ,
apresuramos la marcha lo más posible, pero ese “más posible” era lento, un
pequeño promontorio que parecía estar a media hora tardábamos en alcanzarlo dos
horas o más y nos era imposible saber la distancia y el tiempo que tomaba cruzar las
planicies.
Toda la llanura se nos hacia ilimitada, cada loma que se nos aparecía delante, dejaba ver otra loma u otra llanura, para descubrir que al final de ella no había mas que nieve y mas ondulaciones del terreno.
Creo que este tipo de "peregrinaciones" son la mejor forma de hablar con uno mismo, pero hablar de cosas importantes, cosas que usualmente no nos conversamos por que estamos atareados en ser absorbidos por millones de estímulos diarios, un automóvil que pasa y toca la bocina, el sonido de una tetera silbando frenéticamente al hervir en un estallido de minúsculas y casi invisibles millones de burbujas en su interior, un amigo que saluda desde la ventana de un bus en movimiento, el gol que no fué ni será que nos grita desde la pantalla del televisor "mirameeeeee...como me voy fueeeraaa" o el simple aleteo de un papel que mueve el viento cuando cruzamos la calle.
Todas esas cosas ahora parecían tan ajenas y nuestra realidad era solo una.. ... movernos hacia adelante, ir en pos del Sur, navegar entre una linea delgada que separa el hielo, del azul celeste del cielo, ahí, justo ahí era donde nos encontrábamos, justo en medio de la unión de la etérea atmósfera del hemisferio norte y el macizo congelado de un enorme trozo de cristal frio...
Esas llanuras hacen pensar mucho, sobre muchas
cosas y yo necesitaba hacerlo para olvidar las ampollas de mis pies que me torturaban, a veces Marcelo
tomaba la delantera y randoneaba hasta convertirse en un puntito ínfimo y oscuro muy a lo
lejos, a veces yo lo alcanzaba y lo adelantaba, hasta casi perderle de vista en la lejanía (
habíamos convenido en nunca perder contacto visual y así lo hicimos para evitar extraviarnos, pero cada uno tenía su espacio, un enorme espacio para disfrutar cada quien a su manera
y meternos cada uno en nuestros propios pensamientos y así alejar un poco la monotonía de la inmensidad,
cada cierto rato nos juntábamos para beber o comer o hablar y luego seguíamos la rutina diaria
de caminar diez u once horas .
Alguna vez mientras caminaba y escuchaba en mi cabeza el eco de Nothing else matters que se repetía una y otra vez y ya se había vuelto parte del equipo que llevaba a cuestas, me encontraba con una mancha parduzca en el suelo que me sacaba del trance, y al agacharme a mirar que era, veía la forma congelada de un lemming, pequeño roedor momificado en medio de la extensa llanura, las preguntas obvias acudían a mi cabeza en ese momento ...¿ Que hace aquí este pequeño desgraciado?
- ¿ Que motivo tan imperioso hace que un animal tan pequeño se aventure en tan tremendo territorio?
- ¿ cual ancestral razón lo impulsa a abandonar las verdes tierras bajas y remontar el hielo ?
- ¿ Que busca aquí?
y... si después de años, siglos, eras eternas de evolución y modificaciones genéticas para adaptarse al medio... a este inhóspito medio glacial... igual termina convertido en un cubo de hielo ...
¿ Que hago yo aquí entonces ?
Los lemmings, pequeños valientes exploradores polares pueden llegar a dar mucho para pensar y meditar en medio de una travesía como esta y así olvidarte de las ampollas que te castigan los pies por un buen rato...
excelente espero ver mas logros de ti
ResponderEliminaratte. rodrigo leiva
es genial poder ser e ir conociendo parte de esta historia, ignotisa al ir leyendo cada aventura, buenicimo loquillo, cariños Brito.
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